lunes, 16 de junio de 2008


Es uno de los inventos más controversiales de la historia, para placer y culpa de muchas, el dildo se posiciona como el producto estrella dentro de la industria del entretenimiento sexual. A pesar de que muchos piensan que se trata de un producto de nuestro siglo, la verdad es que el dildo tiene una historia bastante antigua, los más antiguos encontrados se remotan a unos 12 mil años a.C. y no fueron populares sino hasta mediados del siglo XVII, donde eran considerados como la cura para la denominada “histeria femenina”, un supuesto síndrome del que sufríamos las mujeres de la época y que era diagnosticado frecuentemente, era entonces cuando llegaba un médico a la casa con su artilugio milagroso, mediante masajes en el clítoris era provocado el paroxismo (actualmente conocido como orgasmo) y así la paciente era aliviada de su “mal”. La idea no sería tan descabellada si no fuera por el hecho de que era en realidad un médico calificado quien te diagnosticaba, recetaba, y efectuaba el “tratamiento”, es cierto que las mujeres tenemos necesidades, no muy distintas a las de los hombres, pero ¿no habrá sido mucho?. A comienzos del siglo XX los consoladores eran ya masivos y se publicitaban en revistas discretamente disfrazados como masajeadores musculares para el relajo, ciertamente los efectos terapéuticos del orgasmo son insospechados, tanto así que la industria del dildo ha crecido a tal punto que existe una interminable variedad de formas, tamaños, materiales, y modificaciones que los hacen simplemente irresistibles. Hoy, en pleno siglo XXI, hombres y mujeres disfrutan de las bondades del consolador, curiosamente se ha transformado en un tema más infame que en el siglo pasado, pues ya no es considerado un aparato de uso medicinal sino de mero disfrute sexual, y las mujeres somos estigmatizadas diariamente por su uso, tildadas de ninfómanas o insaciables sexualmente, cuando en realidad, es más saludable recurrir a un consolador que al primer tipo que nos ofrece un trago en la disco. Mujeres, ¡no temáis de usarlo a Él!

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